Japón enfrenta una aguda escasez de médicos, sobre todo en las especialidades de pediatría y ginecología, esas que exigen largas y cansonas guardias y que le interrumpen al doctor un almuerzo, un juego de golf o una siesta. Se veía venir, los muchachitos que entran a las facultades de medicina de las universidades públicas y privadas (ambas costosísimas) son casi todos hijos de familias de mucho dinero, juniors criados entre algodones, con todas las facilidades para el estudio y muchas veces sin ninguna vocación hacia la medicina. Estudian medicina porque pueden costearse los estudios y porque ser médico da status y dinero. La mayoría de las veces heredan el consultorio de papá.
Con estos antecedentes, no es de extrañar que los delicados herederos prefieran ser dermatólogos u otorrinolaringólogos que internistas o pediatras. A un dermatólogo nadie lo despierta a media noche con una emergencia. Ahora hay pueblos donde no se puede parir o donde hay que salir con un muchacho a media noche a ruletearlo por los hospitales.
¿La solución? Yo diría que los mandaran para Cuba, pero por los momentos un panel de estudio sugiere que se amplíe el cupo en las universidades y que se establezcan becas de estudio financiadas por los estados que permita que jóvenes motivados de esa región puedan ser médicos dedicados que regresen a la patria chica a servir a la comunidad. Las becas cubrirían los estudios y otros gastos hasta que tengamos un doctor. El doctor o la doctora, una vez graduadita está obligada sin derecho a pataleo, sin excepciones y sin amparo a trabajar dónde la ponga el estado que lo formó. A eso se llama justicia y todo mundo está muy contento con la idea.
¿Cómo reaccionarían los guardianes de la libertad individual, campeones defensores del bienestar individual por sobre todas las cosas si en un país tropical que yo conozco, alguien sugiriese que al doctor recién graduado, que ha estudiado en una universidad pública sin pagar mensualidades o matrícula le vamos a cortar su libertad obligándolo a trabajar en la Mesa de Esnujaque o en Jajó por nueve años?
María Cecilia Valecillos