2008年3月22日土曜日

nos graduamos de primaria

Es el país de la ceremonia como ejercicio en humildad:
mientras más insignificante, mas importante.


Ayer estuvimos de Ceremonia de Graduación de los
Honorables Alumnos de Sexto Grado de la Escuela
Primaria de Azuma (Azuma-sho Sotsuguio-shiki, pa'los
panas).
De la escuela recibimos la invitación: los
padres y familiares de todos los niños
(énfasis en t-o-d-o-s porque aquí no se repite año
aunque no haya aprendido a sumar quebrados) del sexto grado, estábamos cordialmente invitados a hacer un alto en nuestras diarias ocupaciones y tareas para acompañar a los chavales
en esta sumamente importante ceremonia de paso hacia
la adolescencia. Pa'llá nos fuimos.

Toda la comunidad se hace una para acompañar a nuestros
hijos. Los padres nos ponemos nuestras mejores galas:
madres de kimono o por lo menos chaqueta cruzada, falda,
poco maquillaje, tenue perfume; padres de flux y corbata; abuelos emperifollados; abuelas bien talqueadas. Maestros y maestras con sus trajes más elegantes (la maestra del sexto grado con licencia especial para lucir kimono),
oscuros y sobrios, con apenas el tradicional collar de perlas
para ellas y corbata blanca para ellos.
El director de la escuela (pública y gratuita, sin condiciones de ingreso) de frac de levita (si, a las 9 de la mañana el director preside la ceremonia con la gravedad y el respeto del caso, porque para los chamos este es un verdadero acontecimiento y como tal se trata).

Meses de preparativos se traducen en una ceremonia impecable.
Los maestros de ceremonia son niños del 5 grado, futuros líderes recibiendo el testigo. Los graduandos se reúnen en su salon de clases para una última llamada de lista
y en formación se dirigen al gimnasio cubierto. Los niños
del primero y segundo grado los escoltan y aplauden a lo largo del camino. Los del tercer grado los reciben con una canción a la entrada del gimnasio. Los del cuarto y quinto los acompañan durante toda la ceremonia.
Atrás, pegados a la pared, los papás y las mamás. A un costado
los maestros de todos los grados. Al otro costado, la plana mayor de la Asociación de Padres y Representantes, dos representantes de la asamblea legislativa, el director del kinder de la zona, la directora de la guardería del barrio, el director del liceo en el que ya está inscrito el 80% de los graduandos.

Uno a uno son llamados los chicos al podio, frente al micrófono se atreven a decir su sueño en dos líneas: tendremos abogadas, jugadores de fútbol, sicólogas, medicos, científicos, gente buena que quiere hacer el bien.

Cada chamo recibe el diploma de manos del director y atraviesa
todo el gimnasio para depositarlo en manos de su padre o su madre (esta es la parte de libre escogencia. En esta su casa,
de estructura abiertamente patriarcal, es el señor de la barba el designado para recibir el simbólico diploma) y, tras la consabida reverencia, volver a sus puesto.

Completada la asignación de diplomas, siguen las
palabras del director, palabras
del representante, regalo de graduación (un diccionario para cada alumno), lectura de telegramas de felicitacion (casi todos de maestros que ya no están en Azuma pero que los recuerdan con cariño) canciones de despedida de los graduandos, y retirada emotiva de las premisas.

Repliegue y nueva formación, lo que nos da a los padres tiempo
para ponernos nuestros zapatos (dentro de la escuela estamos con pantuflas) y emboscar a los niños otra vez a la salida de la escuela.
Los ahora ya graduados chipilines salen por última vez de la escuela
en fila encabezada por sus maestros y entre aplausos y sonrisas son
suavemente conducidos al portón de la calle.

Vuelvan cuando quieran, que Azuma es su casa.