Hace unas semanas una chica que conozco
dejó olvidada su caja de avío en el tren de regreso
a casa. Es la caja en la que su mamá, abnegada
y hermosa, cada día le acomoda un suculento
almuerzo que lleva arroz, ensalada, carne,
vegetales cocidos, etc., preparados con la mayor
exquisitez y cuidado.
Recuerdo que la caja fue adquirida en 1998,
y aunque por casa de esta niña han pasado muchas
cajas similares, ninguna ha podido superarla en
hermetismo, ligereza de peso y sobriedad estética.
Las que sellan bien son muy grandes, las que son
pequeñas son de colores escandalosos, las de bonito
diseño dejan colar la salsa de las albóndigas...
Esta ha sido usada y reusada mucho más alla de
sus originales 1000 yenes de precio (unos 8 dolares)
y uno casi que tiraría la toalla de su recuperación si no
fuese porque más vale
malo conocido que bueno por conocer.
Total que, despúes de varias semanas, nuestra olvidadiza joven
tuvo tiempo para acercarse a la sección de "objetos perdidos"
de la estación para ver si la cajita había tenido la suerte de
ser recogida y entregada.
Cómo no, claro que fue entregada, pero....
Resulta que como es objeto personal, en lugar de dejarla
en un estante al lado de los libros y los paraguas, decidieron
enviarla, junto con las billeteras y las laptop, a la policía.
O sea, que la cajita fue a dar nada más y nada menos que
a la Estación Central de la Policia de esta ciudad.
Uno no es que sea un santo, pero la verdad es que la policía no está en la ruta matutina de jogging y siempre frunce un pelín acercarse por ahí. Pero para eso están las madres, para rescatar a los hijos y a sus pertenencias de las garras de los más terribles peligros y los más impensables destinos, ¿quién dijo miedo?
- Buenas tardes, vengo a rescatar una caja de avíos que fue
dejada (involuntariamente) en el tren.
- Llene este papel - dijo el oficial de turno, seguramente cansado
después de interrogar infructuosamente al único sospechoso
del descuartizamiento de viejitas pensionadas,
pero esforzando la sonrisa de defensor
del bienestar público.
- Ay señor, aquí donde dice "fecha de pérdida", no puedo escribir porque no se cuando fue.
- ¿No sabe? (con la expresión de 'el viejo truco de no saber la fecha")
- Fíjese que la que la perdió fue mi hija, y ya no nos acordamos de la fecha exacta.
- ¿usted es la madre?
- Si
- ¿usted prepara el avío?
- si
- ¿cuándo fue la última vez que lo preparó en la caja que anda buscando?
- .....
- ¿no se acuerda?
- .....
- ¿no puede venir su hija?
- no. Ella trabaja hasta tarde y ...
- ¿de que color dijo que era la caja?
- negra
- ¿en qué venía?
- en una bolsa de tela... celeste
- ¿algún letrero, estampado?
- la bolsa es de las que regalan en Mr. Donuts, pero no
recuerdo qué tiene escrito...
la caja tenía un estampado... pero se le ha ido borrando
de tanto lavarla.
- ¿vacía o llena?
(ojalá hubiese estado llena, para que se pudriera) Vacía
- ¿cuándo la perdió?
- ya le dije que no nos acordamos. ¿Hay muchas cajas de avío
olvidadas en estos días?
- no, hay una. Pero tenemos que estar seguros de que las cosas
son entregadas a sus dueños... ¿cuando la dejó en el tren?
- mire oficial, a mi me da mucha pena estar aquí, haciéndole
perder su tiempo. Yo mejor me voy, hago memoria en casa
y vuelvo otro día...
- sería mejor que viniese su hija
- claro, mejor que venga ella.
- yo me quedo con este papelito firmado por usted...
- ella vendrá a buscarlo, junto con la caja
- la caja de avío. ¿No se acuerda cuándo dejó de verla?
¿cuando tuvo que sacar otra?
- Confieso!, confieso! yo soy la que descuartiza viejitas
y las mete en cajas de avío. O las metía, porque ya no.
Más nunca.
María Cecilia Valecillos