Preocupa ver cómo el esfuerzo invertido durante la semana para sembrar
conciencia, para ir abriendo camino hacia un pensamiento libre y
desalienado, corre el riesgo de ser vuelto sal y agua con la
transmisión los domingos por Venezolana de Televisión del programa
"Sin Contemplaciones" en el que Francisco Rivero (doctor en filosofía
y profesor en la Universidad Metropolitana) se esfuerza con grandes
gestos y abundante saliva en mostrar como el único camino de salvación
del hombre, la aceptación del dios universal (según él, el dios de
Israel, ese en cuyo nombre se ha oprimido y destruido tanto); la
biblia como la fuente de la sabiduría, y toda corriente de pensamiento
que ignore estas dos premisas, como contraria a la esencia del ser
humano. Van tres programas y no hace Rivero sino repetir lo que dijo
el primer día: la religión cristiana no puede pa'pierde con nadie. El
helenismo, el cristianismo definen al hombre, y con ello se queda
fuera una gran parte de la humanidad "infiel" y "no civilizada".
No sé si Francisco Rivero es filósofo en un sentido que vaya un pelín
más allá de tener una credencial o mostrar una plaquita en la
pantalla. Sé que es o ha sido profesor de filosofía en la Universidad
Metropolitana, casa de estudios no precisamente caracterizada por la
contribución al pensamiento filosófico, ni por la preocupación por la
justicia y la libertad que muestran sus educados, pero no me inspira
confianza ese salir ahora a pontificar en transmisión nacional sobre
lo que, salvo que sea un secreto muy bien guardado, no ha sido capaz
de instigar en sus alumnos.
Me recuerda el profesor Rivero a esos vendedores de aceites
milagrosos, de palabra fácil y gestos grandiosos, que envuelven al
público con medias verdades, con falsa empatía y con promesas vacías
para, al final de la sesión, vender la poción mágica, el ungüento
milagroso, el tónico infalible que curará la caspa, reducirá la
celulitis y hará desaparecer ese incómodo lumbago crónico.
Habla el profesor de ser valientes, justos, libres y nos ofrece el
elixir que hará renacer estas cualidades en nosotros. Nos llama a
enfrentar con valentía al poder, a las clases dominantes. A no callar
ante la injusticia y a llevar una vida que sea testimonio de
autenticidad, de integridad, de valor que nadie pueda poner en duda.
¿Cuando se enfrentó Rivero a las clases dominantes? Yo no llamaría
enfrentamiento a ser profesor de materias de relleno en colegios
grandes de señoritos y señoritas, y saltar del barco justamente cuando
lo espera la lancha que lo llevará a la fama de la caja boba.
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María Cecilia Valecillos